PROFETA EN SU TIERRA!! 21 FEB. 08 HOMENAJE EN LA BIBLIOTECA DEPARTAMENTAL DE CALI, COLOMBIA.
Cómo te agradezco Cali tanta generosidad
Recién llegado yo a los 19 años, abril de 1967, mi familia se trasladó a Cali por iniciativa de mi papá, quien ante la moda del pelo largo de los varones que había llegado a Medellín se vino para esta ciudad buscando una salida a la crisis de los barberos, gremio al que pertenecía, y resulta que aquí la cosa era peor. “En Cali vas a perder a los muchachos” le decían sus hermanas a mi mamá por la fama de liberadas de las caleñas que eran satanizadas por la mojigatería de ese Medellín de los años 60 tan diferente del Cali de esa misma época, que había convencido a Gonzalo Arango para venir a lanzar su movimiento nadaísta aquí, el reino de la cheveridad y de la tolerancia sin que esto tenga que ver con las famosas zonas.
Adaptarse a Cali no fue fácil porque pasar del colegio, donde apenas había aprobado el cuarto bachillerato, al trabajo de ayudante de construcción es un cambio de clima laboral demasiado brusco que si yo no hubiera sido un “niño yuntero” como lo describe Miguel Hernández en su hermoso poema y que Serrat musicalizó, con toda seguridad no hubiera sobrevivido a tan martirizante trabajo, pues en la finca donde comencé a crecer, desde los seis años ya había experimentado padecimientos parecidos buscando por las lomas de perfiles complicados el ganado para el ordeño, cargando leña y agua para la casa perdida en la montaña y aunque no era consciente de su peso, la vida misma que en el campo es una de las cargas más pesadas.
Tres meses duró la construcción de la ampliación de la fábrica Tecnoplast y una vez terminada la obra despacharon a todos los obreros, menos a mí que me dejaron trabajando como operario de una de las máquinas sopladoras en las que se hacían los frascos de Kleer Lac, que mantenía firme el peinado de las muchachas a prueba de la famosa brisa de las tardes caleñas y de las acrobacias amatorias que ya la liberación femenina había alcanzado su despenalización ante la corte celestial.
Esos tres meses de trabajo en la “rusa”, como se le decía al trabajo de construcción, fue el período de prueba a que me sometió Cali para después descubrirse ante mis ojos, aún nostálgicos del Medellín de mi adolescencia, como el mejor vividero del mundo y fue aquí donde conocí la música antillana que no entendí al principio porque mis oídos sólo distinguían el “chucuchucu” de los Teen Ayer, los Golden Boys, los Black Star y demás grupos que creían que con esos nombres gringos dejaban de ser indios, de ahí surgieron los grindios que ahora han invadido todos los espacios, no solo los de la música que es la herramienta colonizadora más efectiva del imperio norteño y como los grindios también se reproducen, porque son seres vivos aunque parezcan lo contrario, tienen sus grindiecitos que ahora hacen el mismo ruido pero en español. Si eso no es hacer patria por lo menos hacen plata.
En 1969 en el teatro Cervantes, que estoy seguro ninguna de mis amigas aquí presentes reconocerá haber conocido porque sería divulgar la edad, conocí la música brasilera en la película “Quiero morir en carnaval” y trastornado salí a buscar música de ese país mágico y la encontré fácil en cualquier almacén de discos, especialmente en el Centro Comercial del Norte y no sólo brasilera. En esa época en Cali se conseguía música de todos los países latinoamericanos porque todavía no había entrado en todo su esplendor el imperio de los monos, es decir el de los monopolios, el del monóxido de carbono, el de los monólogos, porque ni Chávez ni Uribe eran conocidos, el de la monotonía musical que llegó al extremo con el monorrítmico reguetón.
Ese Cali que solo asoma la cabeza en los encuentros de melómanos y coleccionistas que conforman la resistencia al mal gusto impuesto por el comercio, lo llevo en el corazón porque soy un nostálgico impenitente y ese gusto refinado por la buena música que me dio Cali lo llevé a la amistad y con el mismo cuidado que escogía la música, seleccioné mis amigos y mis amigas por eso creo que aquí hay una suerte de antología de la amistad y ustedes, incluyendo los que no pudieron venir, y otros que les dio por viajar más lejos como Alfonso Villegas y el concubino de la vida Oscar Vargas a quienes convoco espiritualmente esta noche, son mi fortuna y por eso nunca me preocupé por conseguir dinero. Esta fortuna me la envidiaría el señor Carlos Slim, dizque el hombre más rico del mundo, si se diera cuenta que él no tiene amigos sino millones de clientes y esos son los billetes falsos de la amistad. Por eso, solo los dotados para el humanismo comercial, que pareciera ser un contrasentido, pueden hacer del cliente también un amigo y así pueden legalizar esa moneda.
Como yo solo pude aprobar el 4 bachillerato y no quise volver al colegio por no volverme a ver con doña matemática, entré a la universidad de la vida de la que nunca se egresa porque no expide diplomas ni certificados, puedo afirmar que soy producto de ustedes mis amigos que tanto me han enseñado en materias tan importantes como la solidaridad, generosidad, lealtad, equidad y no continúo porque el pensum es bastante extenso.
La sensibilidad si la aprendí con mi mamá Rosita Maizales, pues me enseñó a sentir, primero el fuete que descargaba sobre mis costillas en el prekinder de la casa, después en el Kinder y la primaria hasta los cursos más avanzados en las materias fuete I, fuete II, Fuete III, fuete IV y aquí si había quinto malo. En esa materia ella seguía la teoría del cura del pueblo que pregonaba “Si querés a tu hijo, dale palo” y en esa época lejana todavía no aparecían los psicólogos defensores de oficio de los niños traviesos que en su alegato, dicen ahora, que las palizas traumatizan a los niños …y las niñas …que por recibir un trato similar fueron pioneras de lo que ahora llaman equidad de género que por tantos años lucharon las feministas.
En esta materia del fuete, que se ganaba si uno sobrevivía, comprobé la teoría de Darwin de que solo sobreviven los más fuertes, entonces yo soy el resultado de la selección natural. No se si después de 60 años, el hecho de todavía vivir con mi verdugo, o verduga en este caso aunque la academia de la lengua no lo acepte, sea manifestación del trauma o masoquismo simple, lo cierto es, y desafío a la psicología moderna a que demuestre los contrario, que el fuete en exceso vuelve a los niños edípicos. Aquí estoy yo para demostrarlo. ¿Quién hubiera sido yo sin el fuete de Rosita?
Esta muestra es un breve balance de lo que ha sido mi transcurrir por la vida con las herramientas que me dio Cali a través de los amigos y amigas y también es la manifestación de mi agradecimiento a todos ustedes porque como dijo Balita alguna vez “El desagradecido tala el bosque de la sensibilidad y se condena a la erosión irreversible del abandono”
Yo no escribo para presumir de gloria intelectual alguna ni para que mis amigos me quieran más como lo hace García Márquez. Como buen utopista que soy, trabajo para cambiar el mundo y eso no se logra relacionándose con los que detentan el poder político que son los directos responsables de la existencia de Kanibbalia, como tampoco con los que creen que tomándose el poder por la vía de las armas van a lograr el cambio porque el poder manipula hasta a quien lo ejerce. Creo que las redes de afectos son las únicas fuerzas capaces de transformaciones positivas de la humanidad, luego para trabajar por ese cambio hay que estar más cerca de la gente sencilla productora de los elementos básicos para la vida, de los amigos y sobre todo de las amigas y más lejos de los reyes, primer ministros y presidentes.
Ustedes amigos y amigas me enseñaron una nueva división política donde la amistad es la patria planetaria y ejerce su soberanía sobre los corazones dispuestos al amor y los valores espirituales complementarios porque aceptan la diversigética, la nueva ciencia de Villa Maga que estudia la diversidad como condición para la convivencia pacífica y la Polética que concilia la política y la ética que en Kanibbalia ni se saludan. En Villa Maga somos poléticos, no políticos.
Quiero entonces con esta muestra presentarles a ustedes queridos amigos y amigas un informe de mi desarrollo como persona y artista que se lo debo a ustedes por tanto afecto recibido con el agradecimiento profundo extensivo a Cali que me acogió con tanta generosidad. Lo hago a nombre propio y de Rosita, esa viejita que está ahí que después de los años tormentosos de su fuete que me enderezó, se convirtió en la cómplice fundamental de mi trasegar por la vida y por eso creo que ella es coautora de todo lo que esta noche presento como balance de 60 años.
Como mi nacimiento fue muy complicado y doloroso porque mi mamá dice que reventé fuente un lunes y nací viernes, lo que motivó varias visitas del cura del pueblo que iba a rezar y a echar agua bendita porque decían que el diablo estaba metido en ese parto y no quería que yo naciera, claro, si el diablo era yo y don Sata no quería competencia, espero haberle justificado con este balance a Rosita tantos dolores y padecimientos.
Y a riesgo de aparecer como de la secta de la sagrada orden de los comilleros, termino citando al gran cantante mexicano don Pedro Vargas …muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido.
Cómo te agradezco Cali tanta generosidad
Recién llegado yo a los 19 años, abril de 1967, mi familia se trasladó a Cali por iniciativa de mi papá, quien ante la moda del pelo largo de los varones que había llegado a Medellín se vino para esta ciudad buscando una salida a la crisis de los barberos, gremio al que pertenecía, y resulta que aquí la cosa era peor. “En Cali vas a perder a los muchachos” le decían sus hermanas a mi mamá por la fama de liberadas de las caleñas que eran satanizadas por la mojigatería de ese Medellín de los años 60 tan diferente del Cali de esa misma época, que había convencido a Gonzalo Arango para venir a lanzar su movimiento nadaísta aquí, el reino de la cheveridad y de la tolerancia sin que esto tenga que ver con las famosas zonas.
Adaptarse a Cali no fue fácil porque pasar del colegio, donde apenas había aprobado el cuarto bachillerato, al trabajo de ayudante de construcción es un cambio de clima laboral demasiado brusco que si yo no hubiera sido un “niño yuntero” como lo describe Miguel Hernández en su hermoso poema y que Serrat musicalizó, con toda seguridad no hubiera sobrevivido a tan martirizante trabajo, pues en la finca donde comencé a crecer, desde los seis años ya había experimentado padecimientos parecidos buscando por las lomas de perfiles complicados el ganado para el ordeño, cargando leña y agua para la casa perdida en la montaña y aunque no era consciente de su peso, la vida misma que en el campo es una de las cargas más pesadas.
Tres meses duró la construcción de la ampliación de la fábrica Tecnoplast y una vez terminada la obra despacharon a todos los obreros, menos a mí que me dejaron trabajando como operario de una de las máquinas sopladoras en las que se hacían los frascos de Kleer Lac, que mantenía firme el peinado de las muchachas a prueba de la famosa brisa de las tardes caleñas y de las acrobacias amatorias que ya la liberación femenina había alcanzado su despenalización ante la corte celestial.
Esos tres meses de trabajo en la “rusa”, como se le decía al trabajo de construcción, fue el período de prueba a que me sometió Cali para después descubrirse ante mis ojos, aún nostálgicos del Medellín de mi adolescencia, como el mejor vividero del mundo y fue aquí donde conocí la música antillana que no entendí al principio porque mis oídos sólo distinguían el “chucuchucu” de los Teen Ayer, los Golden Boys, los Black Star y demás grupos que creían que con esos nombres gringos dejaban de ser indios, de ahí surgieron los grindios que ahora han invadido todos los espacios, no solo los de la música que es la herramienta colonizadora más efectiva del imperio norteño y como los grindios también se reproducen, porque son seres vivos aunque parezcan lo contrario, tienen sus grindiecitos que ahora hacen el mismo ruido pero en español. Si eso no es hacer patria por lo menos hacen plata.
En 1969 en el teatro Cervantes, que estoy seguro ninguna de mis amigas aquí presentes reconocerá haber conocido porque sería divulgar la edad, conocí la música brasilera en la película “Quiero morir en carnaval” y trastornado salí a buscar música de ese país mágico y la encontré fácil en cualquier almacén de discos, especialmente en el Centro Comercial del Norte y no sólo brasilera. En esa época en Cali se conseguía música de todos los países latinoamericanos porque todavía no había entrado en todo su esplendor el imperio de los monos, es decir el de los monopolios, el del monóxido de carbono, el de los monólogos, porque ni Chávez ni Uribe eran conocidos, el de la monotonía musical que llegó al extremo con el monorrítmico reguetón.
Ese Cali que solo asoma la cabeza en los encuentros de melómanos y coleccionistas que conforman la resistencia al mal gusto impuesto por el comercio, lo llevo en el corazón porque soy un nostálgico impenitente y ese gusto refinado por la buena música que me dio Cali lo llevé a la amistad y con el mismo cuidado que escogía la música, seleccioné mis amigos y mis amigas por eso creo que aquí hay una suerte de antología de la amistad y ustedes, incluyendo los que no pudieron venir, y otros que les dio por viajar más lejos como Alfonso Villegas y el concubino de la vida Oscar Vargas a quienes convoco espiritualmente esta noche, son mi fortuna y por eso nunca me preocupé por conseguir dinero. Esta fortuna me la envidiaría el señor Carlos Slim, dizque el hombre más rico del mundo, si se diera cuenta que él no tiene amigos sino millones de clientes y esos son los billetes falsos de la amistad. Por eso, solo los dotados para el humanismo comercial, que pareciera ser un contrasentido, pueden hacer del cliente también un amigo y así pueden legalizar esa moneda.
Como yo solo pude aprobar el 4 bachillerato y no quise volver al colegio por no volverme a ver con doña matemática, entré a la universidad de la vida de la que nunca se egresa porque no expide diplomas ni certificados, puedo afirmar que soy producto de ustedes mis amigos que tanto me han enseñado en materias tan importantes como la solidaridad, generosidad, lealtad, equidad y no continúo porque el pensum es bastante extenso.
La sensibilidad si la aprendí con mi mamá Rosita Maizales, pues me enseñó a sentir, primero el fuete que descargaba sobre mis costillas en el prekinder de la casa, después en el Kinder y la primaria hasta los cursos más avanzados en las materias fuete I, fuete II, Fuete III, fuete IV y aquí si había quinto malo. En esa materia ella seguía la teoría del cura del pueblo que pregonaba “Si querés a tu hijo, dale palo” y en esa época lejana todavía no aparecían los psicólogos defensores de oficio de los niños traviesos que en su alegato, dicen ahora, que las palizas traumatizan a los niños …y las niñas …que por recibir un trato similar fueron pioneras de lo que ahora llaman equidad de género que por tantos años lucharon las feministas.
En esta materia del fuete, que se ganaba si uno sobrevivía, comprobé la teoría de Darwin de que solo sobreviven los más fuertes, entonces yo soy el resultado de la selección natural. No se si después de 60 años, el hecho de todavía vivir con mi verdugo, o verduga en este caso aunque la academia de la lengua no lo acepte, sea manifestación del trauma o masoquismo simple, lo cierto es, y desafío a la psicología moderna a que demuestre los contrario, que el fuete en exceso vuelve a los niños edípicos. Aquí estoy yo para demostrarlo. ¿Quién hubiera sido yo sin el fuete de Rosita?
Esta muestra es un breve balance de lo que ha sido mi transcurrir por la vida con las herramientas que me dio Cali a través de los amigos y amigas y también es la manifestación de mi agradecimiento a todos ustedes porque como dijo Balita alguna vez “El desagradecido tala el bosque de la sensibilidad y se condena a la erosión irreversible del abandono”
Yo no escribo para presumir de gloria intelectual alguna ni para que mis amigos me quieran más como lo hace García Márquez. Como buen utopista que soy, trabajo para cambiar el mundo y eso no se logra relacionándose con los que detentan el poder político que son los directos responsables de la existencia de Kanibbalia, como tampoco con los que creen que tomándose el poder por la vía de las armas van a lograr el cambio porque el poder manipula hasta a quien lo ejerce. Creo que las redes de afectos son las únicas fuerzas capaces de transformaciones positivas de la humanidad, luego para trabajar por ese cambio hay que estar más cerca de la gente sencilla productora de los elementos básicos para la vida, de los amigos y sobre todo de las amigas y más lejos de los reyes, primer ministros y presidentes.
Ustedes amigos y amigas me enseñaron una nueva división política donde la amistad es la patria planetaria y ejerce su soberanía sobre los corazones dispuestos al amor y los valores espirituales complementarios porque aceptan la diversigética, la nueva ciencia de Villa Maga que estudia la diversidad como condición para la convivencia pacífica y la Polética que concilia la política y la ética que en Kanibbalia ni se saludan. En Villa Maga somos poléticos, no políticos.
Quiero entonces con esta muestra presentarles a ustedes queridos amigos y amigas un informe de mi desarrollo como persona y artista que se lo debo a ustedes por tanto afecto recibido con el agradecimiento profundo extensivo a Cali que me acogió con tanta generosidad. Lo hago a nombre propio y de Rosita, esa viejita que está ahí que después de los años tormentosos de su fuete que me enderezó, se convirtió en la cómplice fundamental de mi trasegar por la vida y por eso creo que ella es coautora de todo lo que esta noche presento como balance de 60 años.
Como mi nacimiento fue muy complicado y doloroso porque mi mamá dice que reventé fuente un lunes y nací viernes, lo que motivó varias visitas del cura del pueblo que iba a rezar y a echar agua bendita porque decían que el diablo estaba metido en ese parto y no quería que yo naciera, claro, si el diablo era yo y don Sata no quería competencia, espero haberle justificado con este balance a Rosita tantos dolores y padecimientos.
Y a riesgo de aparecer como de la secta de la sagrada orden de los comilleros, termino citando al gran cantante mexicano don Pedro Vargas …muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido.
0 comentários:
Postar um comentário