TERAPIA DE LIMPIEZA ENERGÉTICA DEL SAPO AMAZÓNICO KAMBÓ, Manuel Castelin .
El 30 de marzo a las 5 subí a la moto y marché al sector Universidad Federal de Goiania donde es la finca del Núcleo Luz Soberana del Santo Daime.
Participé en una sesión de alto astral en la que brilló la excelente dirección del Comandante, Claudio, que mantuvo compactas y disciplinadas las filas a pesar de un momento de dispersión, porque había procesos muy emotivos dentro de algunas personas, entre ellas yo, y no quiso relajar la fuerza de la corriente energética hasta que vió que los habíamos terminado con equilibrio y armonía. Fue para mí una sesión de muchísima luz en la que se me aclararon muchas cosas, entre
ellas por qué estoy aquí y entre las relaciones que tengo. Hasta las más aparentemente incompetentes me fueron mostradas como objeto de lecciones que estoy necesitado de aprender, y quien me lo mostraba era el Maestro Interno que dirigía la sesión en su centro espiritual bajo la figura de Jesús-Juramidán rodeado de sus comandantes locales y mi amigo de 70 anos , que desde el principio facilitó todo lo que pudo mi misión ante su pueblo y me confortó en los momentos de desanimo...y así fui viendo (con lucidez total y comprensión de que todo lo que ocurre es para nuestro bien) el papel ejercido por todas mis relaciones.
Al terminar la sesión yo estaba flotando con mi periespíritu algo separado de mi cuerpo, y aún me siento casi así doce horas más tarde. En la mesa central de dirección se hallaba sentado un fardado, o daimista veterano de cabello blanco, que en momentos importantes de la concentración entonó él solo varios himnos especialmente reveladores.
Ya más tarde, en la confraternización, el Comandante Claudio, que tan firme y disciplinador se había mostrado durante la sesión, se volvió el payaso vacilón y brincallón que todos los brasileiros adoran ser cuando están en confianza. En un momento determinado me dijo que el veterano era un caboclo amazónico llamado D. Antonio dos Santos, por mote "Francisquinho" que era el principal supervisor de la confección del Santo Daime (o feitor) en Mapiá y que se pasaba la vida viajando, llevando el Daime a Europa, Norteamérica o el Japón.
El Comandante me dijo que también era un Chamán Curador y me recomendó que no me
perdiera la Limpieza Energética llamada KAMBÓ que él administraba, la cual era una de las terapias indígenas más ancestrales de la Amazonia.
Fui a hablar con él y me encontré a un hombre en quien podía tener confianza, de los antiguos companeros de selva del Padrino Sebastián y él mismo con categoría de Padrino dentro de Mapiá. Le conté que acababa de hacer un examen médico, que lo único ruin que se había encontrado era una arritmia en una rama cardíaca, y que quería atacar ese mal y resolverlo, si fuese posible, al tiempo que terminaba la limpieza interna preparatoria de la venida de mi esposa que había iniciado en las dos sesiones anteriores de Santo Daime.
Don Antonio, en palabras sencillas pero bien claras de caboclo amazónico me explicó que el Kambó era la administración en forma de medicina de un veneno defensivo supertóxico segregado desde su lomo por un sapito verde de la selva no demasiado abundante, cuando se ve ante un predador, o para obligarlo a vomitarla inmediatamente si ya se lo tragó. Que su efecto consistía en desmontar en diez minutos toda mi estructura energética y volverla a montar, limpiando pieza por pieza de ella en otros diez minutos más.
Pregunté si no sería peligroso para una persona con algún tipo de deficiencia cardíaca, y me aseguró que lo había practicado hasta con una persona que llevava marcapasos y que nunca más después había necesitado usarlo, lo mismo se hacían innecesarias todas las terapias de cateterismo, que pueden desbloquear una vena pero, al tiempo, llevando el bloqueo para otro conducto. Me dijo que era un remedio milenario supereficaz y bien probado, pero sólo para valientes, porque aquellos 20 minutos eran una verdadera agonía, toda una mudanza de la piel vieja para la piel nueva de nuestra serpiente energética, que vomitaría o defecaría hasta mis más antiguos bloqueos incrustados, que sentiría que me ahogaba, que me estaba moliendo por dentro, que me podía desmayar, revolver por el barro o sentir que me moría...pero que a los 20 minutos, o 25, había una recuperación total.
Acepté entonces la prueba, me fui a poner un pantalon tejano por si acababa embarrado, me encomendé a Dios y me entregué con confianza al curador. Dije que si realmente notaba una mejoría escribiría una carta en Espanol a los míos contándoles el proceso y facilitándoles su e-mail ya que estaba partiendo los próximos días para Espana y Holanda. Me informé con otro companero sobre las costumbres, siguiéndolas, le dí una colaboración económica para su viaje sin que él me la pidiera, algo equivalente al pago de una visita a un médico particular, y me dediqué luego, por indicación suya a beber más de medio litro de agua para ayudar al lavado interno. Todavía en astral de Daime, beber agua era lo que menos me apetecía, pero conseguí llenarme.
Enmedio de la abundante mata de la finca, Don Antonio había preparado una mesa altar con sus instrumentos y una vela. Otro hombre y una mujer también estaban allí para recibir el Kambó. Yo fui el primero. me mandó quitarme la camisa y sacó una tablita rectangular fina cuya superficie se había impregnado de las secreciones del sapo sin hacerle dano. Me dijo que me iba a hacer cinco moxas o punciones levemente quemantes en el hombro derecho con algo que me pareció una barrita de incienso, pero que resultó ser el resultado de una asombrosa metamorfosis de las que ocurren en la selva. En determinado momento de su ciclo vital, una hormiga entra en hibernación y se convierte en un fino cipó, una liana. Transposición de una energía viva desde un vehículo de manifestación del reino animal a otro del reino vegetal.
No dolieron las cinco punciones. Acto seguido, raspó con un poquito de agua la secreción del sapo sobre la tablita y obtuvo algo que se parecía a una bolita de saliva, que aplicó sobre la moxa. Me dijo que aquello quesaba allí cristalizado y actuando, A medida que me hacía las cinco aplicaciones, yo iba sintiendo como pinchazos de muchas finísimas agujas en el hombro.
Enseguida que terminó comenzó el proceso, sentía que mi estómago pesaba muchísimo y que iba a defecar como una bomba. Me llevó hasta un sillón de madera situado encima de la hojarasca y me dijo que podía vomitar o defecar a volutad y todo lo que pudiese. Noté como subía la intoxicación rapidamente a mi cabeza, me embriagaba y me oprimia. Pregunté si iba a gritar. "No, no va a gritar. pero puede gemir como un hombre gime, con dignidad, recuerde que usted es un espíritu eterno, no ese cuerpo, céntrese en el espíritu y controle con respiraciones la remoción energética del cuerpo."
Comencé a vomitar y a tener espasmos tan violentos que decidí abandonar el sillón de madera y acostarme sobre la hojarasca. Dentro de mi agonía, mi mente, efectivamente, logró establecer un cierto orden consciente, y así yo vomitava todo cuanto había bebido hacia la izquierda, trataba de aguantar los espasmos boca arriba en el centro, y, cuando no podía más, rodaba hacia la derecha sintiendo confortada mi frente por el frescor de la tierra y del humus limpio. Era para mí muy consolador que sólo se trataba de aguantar 20 minutos. Después de los 10 primeros, verdaderamente duros, siguieron los otros 10 en los que yo ya había aprendido a acompanar los espasmos y ahogos con respiraciones profundas boca arriba y liberación de gemidos relativamente discretos, me felicité de estar tumbado sobre la hojarasca, que sentía como un amparo y un refuerzo telúrico. Ya en esa parte percibí que las otras dos personas estaban pasando su propia pasión cerca de mí, pero como no eran principiantes, lo llevaban muy bien desde su asientos. De vez en cuando me envolvían las risas de las conversar u brincadeiras del
resto de los daimistas que se habían quedado velando alrededor de una hoguera, a seis metros. Eso me aliviaba mucho también, era una distracción para mi mente y me hacía sentir que si aquella gente estaba tan naturalmente relajada a mi alrededor, lo que yo estaba sufriendo no era ninguna agonía, sino en realidad un autoparto.
Hacia el final vomité desde lo más profundo de mí cosas muy, muy antiguas, me dijeron luego que un líquido negro y verdaderamente hediondo, la vejez, la enfermedad y la muerte prematura que llevamos dentro por negligencia. Entonces vino don Antonio a administrarme un vaso de agua, y eso me relajó.
Ahora sentía el frío de haber estado tanto tiempo con el torso desnudo sobre el humus nocturno, aunque lucía de estrellas una agradable noche tropical. Sentí que ya me podía incorporar apoyándome en el tronco de un árbol. Ahí fui a ponerme una camisa y mi chamarra de nylon de la moto. Quedé un rato, así abrigado, sentado en una silla mientras iba agotando el proceso.
mis muslos entrechocaban uno contra otro rítmica y automáticamente. Los otros dos pacientes seguían en lo suyo, más aliviados. Don Antonio vino y preguntó, dije que iba mejor
"ya está volviendo", confirmó, y se fue a atender a los otros. A la media hora de haber comenzado me sentí completamente recuperado. limpio, ligero, fortificado, flexible y de alto astral. Pedí licencia para ir al bano pero nada en absoto quiso salir vía fecal, sólo eran los deseos mentales de seguir vaciándome hasta que no quedara peso del cuerpo en mí.
Fui a por una silla y me senté entre los guerreros del Daime alrededor del fuego, y estuvimos conversando y contándonos profundas y sentidas experiencias hasta las tres y media de la madrugada, quedando totalmente claro que yo ya era uno más de aquella tribu.
Cuando hoy regresé a mi comunidad, mi mejor amigo de allí me dijo que nunca me había visto antes con un aspecto tan radiante y sereno. Escribo ahora en el blog dos días después y me siento formidable. No me apetece en absoluto meter en el cuerpo café, carne o alimentos pesados.
Don Antonio Dos Santos "Francisquinho" tiene el E-mail <antoniosantos507@gmail.com>, Estará en varios núcleos del Santo Daime de Espana y luego en Amsterdam. Quien desee saber más sobre la Via iniciática del Santo Daime puede leer mi libro "La Bebida del Poder", que está a disposición gratuita en Internet en http://www.geocities.com/castelines/obraliter.htm
Quien se interese por recibir los conocimientos de padrinho do mato de D, Antonio o su terapia Kambó puede escribirle poniendo en el asunto "de parte do Espanhol de Goiania", escríbanle con tiempo, para conocer su programa europeo. Recomiendo encarecidamente que no pierdan oportunidad de conocer a un hombre tan de la selva y tan sabio al tiempo, y que colaboren económicamente de forma generosa con su misión viajera y curadora. Un abrazo a todos de Manuel, y extiendan este mensaje entre aquellos a quienes pueda interesar, por favor. Manuel Castelin, Terezópolis de Goiás, Brasil.
Clique sobre la foto para obtener más fotos e informaciones sobre el Kambó en Portugués del gran fotógrafo amazónico Leonide PrincipeEl 30 de marzo a las 5 subí a la moto y marché al sector Universidad Federal de Goiania donde es la finca del Núcleo Luz Soberana del Santo Daime.
Participé en una sesión de alto astral en la que brilló la excelente dirección del Comandante, Claudio, que mantuvo compactas y disciplinadas las filas a pesar de un momento de dispersión, porque había procesos muy emotivos dentro de algunas personas, entre ellas yo, y no quiso relajar la fuerza de la corriente energética hasta que vió que los habíamos terminado con equilibrio y armonía. Fue para mí una sesión de muchísima luz en la que se me aclararon muchas cosas, entre
ellas por qué estoy aquí y entre las relaciones que tengo. Hasta las más aparentemente incompetentes me fueron mostradas como objeto de lecciones que estoy necesitado de aprender, y quien me lo mostraba era el Maestro Interno que dirigía la sesión en su centro espiritual bajo la figura de Jesús-Juramidán rodeado de sus comandantes locales y mi amigo de 70 anos , que desde el principio facilitó todo lo que pudo mi misión ante su pueblo y me confortó en los momentos de desanimo...y así fui viendo (con lucidez total y comprensión de que todo lo que ocurre es para nuestro bien) el papel ejercido por todas mis relaciones.
Al terminar la sesión yo estaba flotando con mi periespíritu algo separado de mi cuerpo, y aún me siento casi así doce horas más tarde. En la mesa central de dirección se hallaba sentado un fardado, o daimista veterano de cabello blanco, que en momentos importantes de la concentración entonó él solo varios himnos especialmente reveladores.
Ya más tarde, en la confraternización, el Comandante Claudio, que tan firme y disciplinador se había mostrado durante la sesión, se volvió el payaso vacilón y brincallón que todos los brasileiros adoran ser cuando están en confianza. En un momento determinado me dijo que el veterano era un caboclo amazónico llamado D. Antonio dos Santos, por mote "Francisquinho" que era el principal supervisor de la confección del Santo Daime (o feitor) en Mapiá y que se pasaba la vida viajando, llevando el Daime a Europa, Norteamérica o el Japón.
El Comandante me dijo que también era un Chamán Curador y me recomendó que no me
perdiera la Limpieza Energética llamada KAMBÓ que él administraba, la cual era una de las terapias indígenas más ancestrales de la Amazonia.
Fui a hablar con él y me encontré a un hombre en quien podía tener confianza, de los antiguos companeros de selva del Padrino Sebastián y él mismo con categoría de Padrino dentro de Mapiá. Le conté que acababa de hacer un examen médico, que lo único ruin que se había encontrado era una arritmia en una rama cardíaca, y que quería atacar ese mal y resolverlo, si fuese posible, al tiempo que terminaba la limpieza interna preparatoria de la venida de mi esposa que había iniciado en las dos sesiones anteriores de Santo Daime.
Don Antonio, en palabras sencillas pero bien claras de caboclo amazónico me explicó que el Kambó era la administración en forma de medicina de un veneno defensivo supertóxico segregado desde su lomo por un sapito verde de la selva no demasiado abundante, cuando se ve ante un predador, o para obligarlo a vomitarla inmediatamente si ya se lo tragó. Que su efecto consistía en desmontar en diez minutos toda mi estructura energética y volverla a montar, limpiando pieza por pieza de ella en otros diez minutos más.
Pregunté si no sería peligroso para una persona con algún tipo de deficiencia cardíaca, y me aseguró que lo había practicado hasta con una persona que llevava marcapasos y que nunca más después había necesitado usarlo, lo mismo se hacían innecesarias todas las terapias de cateterismo, que pueden desbloquear una vena pero, al tiempo, llevando el bloqueo para otro conducto. Me dijo que era un remedio milenario supereficaz y bien probado, pero sólo para valientes, porque aquellos 20 minutos eran una verdadera agonía, toda una mudanza de la piel vieja para la piel nueva de nuestra serpiente energética, que vomitaría o defecaría hasta mis más antiguos bloqueos incrustados, que sentiría que me ahogaba, que me estaba moliendo por dentro, que me podía desmayar, revolver por el barro o sentir que me moría...pero que a los 20 minutos, o 25, había una recuperación total.
Acepté entonces la prueba, me fui a poner un pantalon tejano por si acababa embarrado, me encomendé a Dios y me entregué con confianza al curador. Dije que si realmente notaba una mejoría escribiría una carta en Espanol a los míos contándoles el proceso y facilitándoles su e-mail ya que estaba partiendo los próximos días para Espana y Holanda. Me informé con otro companero sobre las costumbres, siguiéndolas, le dí una colaboración económica para su viaje sin que él me la pidiera, algo equivalente al pago de una visita a un médico particular, y me dediqué luego, por indicación suya a beber más de medio litro de agua para ayudar al lavado interno. Todavía en astral de Daime, beber agua era lo que menos me apetecía, pero conseguí llenarme.
Enmedio de la abundante mata de la finca, Don Antonio había preparado una mesa altar con sus instrumentos y una vela. Otro hombre y una mujer también estaban allí para recibir el Kambó. Yo fui el primero. me mandó quitarme la camisa y sacó una tablita rectangular fina cuya superficie se había impregnado de las secreciones del sapo sin hacerle dano. Me dijo que me iba a hacer cinco moxas o punciones levemente quemantes en el hombro derecho con algo que me pareció una barrita de incienso, pero que resultó ser el resultado de una asombrosa metamorfosis de las que ocurren en la selva. En determinado momento de su ciclo vital, una hormiga entra en hibernación y se convierte en un fino cipó, una liana. Transposición de una energía viva desde un vehículo de manifestación del reino animal a otro del reino vegetal.
No dolieron las cinco punciones. Acto seguido, raspó con un poquito de agua la secreción del sapo sobre la tablita y obtuvo algo que se parecía a una bolita de saliva, que aplicó sobre la moxa. Me dijo que aquello quesaba allí cristalizado y actuando, A medida que me hacía las cinco aplicaciones, yo iba sintiendo como pinchazos de muchas finísimas agujas en el hombro.
Enseguida que terminó comenzó el proceso, sentía que mi estómago pesaba muchísimo y que iba a defecar como una bomba. Me llevó hasta un sillón de madera situado encima de la hojarasca y me dijo que podía vomitar o defecar a volutad y todo lo que pudiese. Noté como subía la intoxicación rapidamente a mi cabeza, me embriagaba y me oprimia. Pregunté si iba a gritar. "No, no va a gritar. pero puede gemir como un hombre gime, con dignidad, recuerde que usted es un espíritu eterno, no ese cuerpo, céntrese en el espíritu y controle con respiraciones la remoción energética del cuerpo."
Comencé a vomitar y a tener espasmos tan violentos que decidí abandonar el sillón de madera y acostarme sobre la hojarasca. Dentro de mi agonía, mi mente, efectivamente, logró establecer un cierto orden consciente, y así yo vomitava todo cuanto había bebido hacia la izquierda, trataba de aguantar los espasmos boca arriba en el centro, y, cuando no podía más, rodaba hacia la derecha sintiendo confortada mi frente por el frescor de la tierra y del humus limpio. Era para mí muy consolador que sólo se trataba de aguantar 20 minutos. Después de los 10 primeros, verdaderamente duros, siguieron los otros 10 en los que yo ya había aprendido a acompanar los espasmos y ahogos con respiraciones profundas boca arriba y liberación de gemidos relativamente discretos, me felicité de estar tumbado sobre la hojarasca, que sentía como un amparo y un refuerzo telúrico. Ya en esa parte percibí que las otras dos personas estaban pasando su propia pasión cerca de mí, pero como no eran principiantes, lo llevaban muy bien desde su asientos. De vez en cuando me envolvían las risas de las conversar u brincadeiras del
resto de los daimistas que se habían quedado velando alrededor de una hoguera, a seis metros. Eso me aliviaba mucho también, era una distracción para mi mente y me hacía sentir que si aquella gente estaba tan naturalmente relajada a mi alrededor, lo que yo estaba sufriendo no era ninguna agonía, sino en realidad un autoparto.
Hacia el final vomité desde lo más profundo de mí cosas muy, muy antiguas, me dijeron luego que un líquido negro y verdaderamente hediondo, la vejez, la enfermedad y la muerte prematura que llevamos dentro por negligencia. Entonces vino don Antonio a administrarme un vaso de agua, y eso me relajó.
Ahora sentía el frío de haber estado tanto tiempo con el torso desnudo sobre el humus nocturno, aunque lucía de estrellas una agradable noche tropical. Sentí que ya me podía incorporar apoyándome en el tronco de un árbol. Ahí fui a ponerme una camisa y mi chamarra de nylon de la moto. Quedé un rato, así abrigado, sentado en una silla mientras iba agotando el proceso.
mis muslos entrechocaban uno contra otro rítmica y automáticamente. Los otros dos pacientes seguían en lo suyo, más aliviados. Don Antonio vino y preguntó, dije que iba mejor
"ya está volviendo", confirmó, y se fue a atender a los otros. A la media hora de haber comenzado me sentí completamente recuperado. limpio, ligero, fortificado, flexible y de alto astral. Pedí licencia para ir al bano pero nada en absoto quiso salir vía fecal, sólo eran los deseos mentales de seguir vaciándome hasta que no quedara peso del cuerpo en mí.
Fui a por una silla y me senté entre los guerreros del Daime alrededor del fuego, y estuvimos conversando y contándonos profundas y sentidas experiencias hasta las tres y media de la madrugada, quedando totalmente claro que yo ya era uno más de aquella tribu.
Cuando hoy regresé a mi comunidad, mi mejor amigo de allí me dijo que nunca me había visto antes con un aspecto tan radiante y sereno. Escribo ahora en el blog dos días después y me siento formidable. No me apetece en absoluto meter en el cuerpo café, carne o alimentos pesados.
Don Antonio Dos Santos "Francisquinho" tiene el E-mail <antoniosantos507@gmail.com>, Estará en varios núcleos del Santo Daime de Espana y luego en Amsterdam. Quien desee saber más sobre la Via iniciática del Santo Daime puede leer mi libro "La Bebida del Poder", que está a disposición gratuita en Internet en http://www.geocities.com/castelines/obraliter.htm
Quien se interese por recibir los conocimientos de padrinho do mato de D, Antonio o su terapia Kambó puede escribirle poniendo en el asunto "de parte do Espanhol de Goiania", escríbanle con tiempo, para conocer su programa europeo. Recomiendo encarecidamente que no pierdan oportunidad de conocer a un hombre tan de la selva y tan sabio al tiempo, y que colaboren económicamente de forma generosa con su misión viajera y curadora. Un abrazo a todos de Manuel, y extiendan este mensaje entre aquellos a quienes pueda interesar, por favor. Manuel Castelin, Terezópolis de Goiás, Brasil.
SIGUEN varios videos sobre el Kambó tomados de Internet.
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